Agricultura sostenible: A propósito del futuro competitivo de la agro exportación nacional

La extraordinaria transformación que ha experimentado la agricultura, en las tres últimas décadas, y que se ha traducido en un notable aumento de la participación del sector en la contribución del PBI y en la generación de divisas. Esto de un lado, pero de otro, ha supuesto el ahondamiento de brechas tecnológicas, de rendimiento y de desempeño productivo, con vocaciones y orientaciones productivas diversas, tanto como la propia biodiversidad en las que se asientan. Revistas importantes, académicas y periodísticas, dan cuenta del “milagro peruano”, pero a la vez ponen sobre en la agenda nacional, diversos temas, que deben llamar nuestra atención. El primero de ellos, es si el crecimiento experimentado podrá perdurar en el mediano plazo, o si las brechas existentes en el seno de la agricultura peruana son un freno a tales aspiraciones. De modo resumido, a la dualidad estructural de la agricultura nacional deben añadirse el problema del manejo de los recursos naturales, la polución o contaminación, la perspectiva tecnológica, y en buena, cuenta responder a la interrogante, si la agricultura, por ejemplo, del boom agroexportador, se mantendrá en mediano y largo plazo, dado que de este dependen una porción importante del empleo y la riqueza nacional.

No una sino varias brechas

Hasta hace un par de décadas atrás, la discusión del futuro de la agricultura se centraba cómo rendimientos de escala y la inserción competitiva de sus productos en los mercados mundiales, colmados de regulaciones y estándares, que abarcan no solamente estándares de calidad sino también de exigencias ambientales y de responsabilidad social. De ese modo, las respuestas que ha tenido que dar la agricultura nacional han sido diversas, para empezar la implementación de estándares de diferentes sistemas de calidad, modernización de las bases productivas, tal vez, con uno de los procesos más intensivos en uso de tecnología de punta en sus componentes más dinámicos y la implementación de certificaciones, orgánicas, sociales y recientemente ambientales. Instrumentos que incorporan en la agenda agraria el ineludible tema de la sostenibilidad.

¿Qué es la sostenibilidad? Es un concepto moderno y sobre el cual caben demasiados usos, varios de ellos, generalistas y ambiguos. El término sostenibilidad es, tal vez, el más conocido de la era actual. No solo es un concepto sino un adjetivo, que tiene el “mágico” encanto de transformar viejos conceptos y hacerlo compatibles a la exigencia de la hora actual. Al hacer una búsqueda extensiva en Internet se podrá obtener varios millones de resultados. Una búsqueda más especializada en bases de datos académicas o en revistas científicas arroja también varios miles de resultados. Entonces, ante un constructo como el de “sostenibilidad”, y para fraseando al extinto Mario Bunge, emergen dos preguntas ¿qué es? y ¿qué representa? También surge otra interrogante, en términos académicos y epistemológicos, ¿cuál es el ámbito de su aplicación? y ¿cuán útil es para el diseño de políticas publicas que tengan impacto en la vida de las personas y de sus aspiraciones de bienestar?

Huellas ambientales y oportunidades en el biocomercio

Como parte de la agenda instalada, los nuevos estándares, incluyendo los ambientales no solo son un esfuerzo que demanda recursos humanos, tiempo y dinero, sino que también son una oportunidad. Hace algún tiempo, Roxana Barrantes, profesora de la PUCP, había señalado que resultaba mas próximo y posible evaluar y medir, si cabe el termino, la sostenibilidad en niveles micro, es decir, una cadena productiva o un sistema de cultivo. El tiempo le ha dado la razón a Barrantes, hoy por hoy, las mediciones de sostenibilidad con ayuda de diversas herramientas como el análisis de ciclo de vida, permiten medir, por ejemplo, las huellas de carbono o la huella hídrica, sin dejar de lado, la huella energética. La medición de huellas es un paso adelante en el complejo mundo de la sostenibilidad ambiental, y que puede aportar mucho a la sostenibilidad total.

La huella ambiental ayuda a comprender los impactos asociados a una cadena productiva, como podrían ser los cultivos de palto, arándano, caña de azúcar, páprika, entre otros, o de flores, espárragos, pimientos, granada entre otros. Estudios sobre huellas ambientales son reciente en el Perú, pero vienen en aumento, no solo como un tema de interés académico, sino también como una opción de mercado y posicionamiento comercial. Cada día los consumidores se interesan más en conocer los alimentos que consumen, y eso no solo se restringe al contexto nutricional, alimentario, de inocuidad o calidad industrial, en los productos transformados, sino también por el impacto que implica su consumo. De cierto modo, están preocupados por la sostenibilidad de su dieta.

En el terreno práctico, el uso de las huellas tiene por objetivo dar respuestas a las nuevas exigencias de los consumidores, y en ese camino, los sellos verdes o ambientales y entre ellos, los sellos de carbono o agua, serán tan frecuentes como los sellos alimentarios (octógonos). Pero de otro lado, las huellas permiten mejorar el desempeño ambiental de las cadenas que certifican, haciendo compatible la producción con el cuidado del ambiente, es decir, apostar por un desarrollo sostenible. Pero también, permitirán que la agricultura de exportación a demás, pueda conseguir instrumentos económicos que financien este nuevo modelo de desarrollo productivo, los llamados créditos de carbono.

Un crédito de carbono es el valor, en los mercados voluntarios, de una tonelada de carbono que es sustraída de la atmósfera. Estos créditos pueden ser obtenidos bien por evitar nuevas emisiones, y está vinculado a la mitigación de impactos, que es un esfuerzo estructural que debe gestionarse en el largo plazo, con costos importantes. También se pueden lograr créditos de carbono con mecanismos de compensación, denominados pasivos, como el secuestro o captura de carbono. En ese terreno, aún esta pendiente la necesidad de evaluar las capacidades de secuestro de diversos ecosistemas, y sistemas productivos, muchos de ellos involucrados en la agricultura de exportación, como lo vienen haciendo las organizaciones de caficultores en el norte del país.
La gestión de la sostenibilidad en el ámbito local, como pueden ser las cadenas productivas, es una solución a las presiones ambientales que nos afectan, pero en el caso de la agricultura, se convertirá en un servicio ambiental, que no solo tendrá efectos positivos en el ambiente sino en la economía también. Y esa es una oportunidad que debe incorporarse en la estrategia competitiva, así como en la política publica del sector.